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2 days ago
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Bienvenida de el autor de este podcast y discusión sobre el propósito y la vision de este ministerio hacia el futuro.

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
El Reino de Dios no irrumpe con violencia ni rapidez, sino que avanza por etapas, como la luz del amanecer que crece hasta que es pleno día. Jesús enseñó que el Reino crecería gradualmente, a través de Su predicación, muerte, resurrección, el Pentecostés, y la expansión continua de Su Iglesia hasta Su regreso. Aunque el progreso puede parecer lento o irregular, su dirección es segura y constante. A lo largo de la historia, el Reino ha experimentado avivamientos tras temporadas de oscuridad, y aunque no todos serán convertidos al final, el Reino triunfará. Cristo reinará hasta que todos Sus enemigos sean puestos bajo Sus pies, y al regresar, eliminará a los que se resistan. Entonces, Su pueblo brillará como el sol en Su Reino. La gloria que esperamos es ser transformados a la imagen de Cristo, tanto individual como corporativamente, hasta formar un Cuerpo maduro y unido que refleje Su carácter. Esta gloria no es simplemente celestial, sino la semejanza progresiva al Hijo, impulsada por el amor ágape. Así como el sol se levanta en el oriente e inunda la tierra con su luz, así será la venida del Hijo: anticipada por una Iglesia que resplandece con Su gloria, hasta que Él regrese para consumar Su Reino eterno.

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
El Reino de Dios, profetizado como un poder creciente e indestructible, avanza silenciosa pero implacablemente por el mundo como una pequeña semilla que se convierte en un árbol frondoso y como levadura que transforma toda la masa. Aunque comienza de manera humilde, su impacto es universal y duradero. A lo largo de la historia, este Reino ha conquistado corazones, transformado sociedades, y elevado culturas a través del poder del evangelio, sin recurrir a la fuerza ni a la política, sino por la obra del Espíritu Santo. Desde aldeas remotas hasta imperios poderosos, su influencia ha moldeado valores como la dignidad humana, la compasión, y la igualdad. A pesar de las críticas modernas y el escepticismo secular, incluso algunos ateos han reconocido que los ideales que sustentan la civilización occidental provienen del cristianismo. Las parábolas de Jesús sobre la semilla de mostaza y la levadura describen este avance como inevitable, positivo y transformador, contrario a ciertas interpretaciones pesimistas que sugieren corrupción o fracaso. Las Escrituras prometen que el Reino de Cristo dominará todos los reinos del mundo, y que Su justicia llenará la tierra. Su victoria es segura, y su avance, aunque a veces imperceptible, es constante. El Rey vendrá, y Su reinado será universal, eterno y glorioso.

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
Para heredar el Reino con Cristo en el futuro, primero debemos entrar en Su Reino ahora. Entrar en el Reino no es complicado, pero sí exige una rendición total al Señorío de Jesús. Aunque es sencillo en términos, no es fácil para quienes, como los ricos o los fariseos, confían en sus riquezas o justicia propia. La entrada al Reino requiere arrepentimiento, fe, bautismo, y recibir el Espíritu Santo. El arrepentimiento es un cambio radical de mentalidad y dirección, mientras que la fe implica una entrega confiada y leal a Cristo como Rey. El bautismo marca públicamente la transición al Reino, simbolizando la muerte al viejo mundo y el nacimiento en uno nuevo. Recibir el Espíritu Santo es esencial para la vida en el Reino, ya que solo con Su poder se produce la verdadera justicia, amor y obediencia. Aunque muchos han sido llevados a repetir la llamada “oración del pecador,” las Escrituras no presentan esta práctica como el medio normativo para entrar al Reino. La conversión genuina se refleja en una vida transformada, no en palabras dichas. Entrar en el Reino es ser regenerado por el Espíritu, sometido al Rey Jesús y capacitado para vivir en fidelidad a Él.

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
Entrar en el Reino y heredar el Reino son dos realidades distintas en la experiencia cristiana. Entramos ahora en el Reino por medio del nuevo nacimiento espiritual y la sumisión al reinado de Cristo, viviendo bajo Su autoridad en esta era. Pero heredar el Reino es una bendición futura, prometida a aquellos que perseveran fielmente como súbditos del Rey. Heredar el Reino, como se describe en el juicio final, significa compartir con Cristo la autoridad en Su Reino eterno y glorificado. En ese tiempo, los fieles gobernarán con Él, no como huéspedes sino como coherederos que poseen y administran el Reino. Esta herencia no será distribuida uniformemente; dependerá de la fidelidad mostrada en esta vida. Aunque las Escrituras no dan muchos detalles sobre el estado eterno, aseguran una existencia física en una tierra redimida, sin dolor ni muerte, con cuerpos glorificados como el de Cristo resucitado. Más que recompensas materiales, el gozo supremo será vivir en la presencia de Jesús, sirviéndole sin distracción ni tentación. Quienes hereden el Reino serán aquellos que ya desean vivir plenamente para Dios. Ellos reinarán no por ambición, sino por haber abrazado con humildad y perseverancia el Reino en su fase presente.

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
La salvación bíblica no puede separarse del señorío de Cristo. Aunque muchos buscan los beneficios del evangelio sin asumir las demandas de Jesús como Rey, las Escrituras insisten en que ser salvo es ser comprado por precio y, por tanto, ser propiedad del Salvador. Pablo y Pedro coinciden en que Cristo nos redimió para Sí mismo, para formar un pueblo obediente y santo. En el Nuevo Testamento, no existe tal cosa como aceptar a Jesús como Salvador sin reconocerlo como Señor. Su reinado y salvación están unidos inseparablemente. Confesar a Jesús como Señor es el requisito explícito para recibir Su salvación, y no hay pasaje que exija simplemente creer que Él es "Salvador." Más bien, Jesús salva a quienes reconocen y se rinden a Su autoridad. Ser salvo es ser trasladado al Reino de Cristo, no meramente librado del infierno. En este Reino, la sumisión voluntaria a Cristo como Rey es el camino a la vida eterna. El evangelio no promete autonomía, sino libertad verdadera bajo el gobierno justo y misericordioso del Rey de reyes. Servir a Cristo no es una carga, sino el más alto honor. Solo los humildes lo reciben, y solo ellos pueden decir con gozo: "Aquí estoy, Señor."

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
La Biblia presenta la salvación no solo como un rescate del pecado y sus consecuencias, sino principalmente como una restauración a Dios, bajo el señorío de Cristo. Desde el Antiguo Testamento, la figura del Salvador siempre fue la de un Rey, y la redención implicaba entrar en Su Reino como súbditos leales. Jesús no salva sin reinar; quien recibe Su salvación debe también rendirse a Su autoridad. Las parábolas de lo perdido y hallado enseñan que la salvación no gira en torno al bienestar del pecador solamente, sino al gozo de Dios al recuperar lo que le pertenece. La justificación, lejos de ser un simple permiso para el cielo, es la reinstauración de una relación correcta con Dios, donde la fidelidad y obediencia son esenciales. La fe (pistis) implica no solo creer, sino vivir lealmente al Rey. Entrar al Reino es entrar a la vida eterna—una vida transformada, dirigida por el Espíritu, en plena sujeción al gobierno de Cristo. Así, salvación es pertenecer al Reino de Dios, vivir bajo Su señorío y producir el fruto que Él busca de Su pueblo redimido.

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
El Reino de Dios tiene como objetivo central establecer justicia en toda la tierra, no mediante política mundana, sino por la obra transformadora del Mesías y Su pueblo. Jesús vino no como gobernante político, sino como siervo que, a través de Su obediencia, ejemplo, y verdad, promueve justicia genuina. Su Reino crece por medio de discípulos que lo reflejan en justicia y rectitud, y cuando esta comunidad florece, transforma naciones enteras. La historia confirma que la influencia del Reino ha elevado la moral, abolido injusticias y promovido el bien común. A diferencia de Israel, que fracasó en producir el fruto deseado de justicia, el Reino ahora ha sido confiado a una nueva nación santa, compuesta de judíos y gentiles fieles en Cristo, para dar ese fruto. La Iglesia, aunque imperfecta, es llamada a ser la viña productiva del Señor, y su fruto debe ser visible en actos justos y un conocimiento profundo del carácter de Dios. Aunque no todos responderán al evangelio, el Reino continuará creciendo hasta llenar la tierra con justicia. Nuestra responsabilidad es fidelidad; el resultado final está en manos de Dios, quien hará brotar Su justicia en la tierra como un río imparable.

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
Dios no busca rituales ni ofrendas materiales, sino el fruto de justicia y rectitud de Su pueblo. Como la viña de Isaías, Israel había recibido todo lo necesario para dar buen fruto, pero produjo corrupción y maldad. Justicia y rectitud son las virtudes clave que definen lo que Dios requiere de quienes viven bajo Su Reino. Estas se expresan en relaciones correctas, respeto por los derechos dados por Dios y trato justo a cada persona. Mientras la verdadera justicia juzga según méritos individuales sin favoritismo, la “justicia social” moderna distorsiona el concepto al favorecer grupos sobre individuos, promoviendo redistribución basada en identidad, no en responsabilidad personal. El Reino de Dios exige que vivamos con equidad, sin codicia ni parcialidad, y que ejerzamos influencia para justicia en nuestra sociedad. Aunque no imponemos políticamente los valores del Reino, tenemos el deber de modelar y promover una cultura de justicia, tanto dentro de la Iglesia como, en la medida posible, en el mundo. La justicia no significa igualdad de resultados, sino igualdad de oportunidades y recompensa según conducta. Vivir como ciudadanos del Reino significa practicar justicia genuina en todas nuestras relaciones y actuar con integridad, reflejando el carácter justo de nuestro Rey.

Tuesday May 20, 2025
Tuesday May 20, 2025
Cuando la gracia reina, no actúa como una excusa para pecar, sino como un poder transformador que instruye a vivir sobriamente, piadosamente y con justicia. La gracia no solo perdona, sino que enseña, fortalece, equipa y sostiene al creyente en toda circunstancia. Bajo su imperio, cada aspecto de la vida es moldeado por el Espíritu de gracia que habita en nosotros. Desde los dones espirituales hasta la perseverancia en medio de la tribulación, todo lo que logramos en el Reino se hace por medio de la gracia habilitante de Dios. Esta gracia no solo nos sostiene en pruebas leves, sino que también se multiplica en las grandes crisis, manifestando paz, gozo y fidelidad en los momentos más oscuros. Vivir bajo la gracia significa vivir en comunión con Cristo, confiando en Su poder y dirección para cada paso, siendo transformados a Su imagen y extendiendo Su gracia a los demás.